Quién iba a pensar que en pleno Siglo XXI iba a
haber modistas de oficio, ¿no? De hecho más de uno se habrá imaginado varios
años atrás, un escenario típico futurista en el que todos vestíamos de metal,
¿a que sí?
Y es que para la alegría de las colegas, cuando
se creía que las modistas se habían extinguido, resurgieron en la industria de
una moda líquida que fluctúa con el vintage y la adoración por el "hecho a
mano", lo artesanal.
Así es que, sin realizar estadísticas, se puede
ver que el oficio de la modista, junto con varios otros, vuelve a pisar fuerte
en el mercado regional. Fenómeno que quizás también responde a las crisis
económicas, ya que cuando “las papas queman”, priman las reformas de las
prendas, la restauración de los placares de las abuelas y la producción propia.
Tampoco se puede dejar de mencionar la otra
posible causa: la calidad. La realidad es que a pesar de que la industria
textil reproduce prendas “sin ton ni son”, la calidad mermó y al día de hoy
solo algunas de las grandes marcas, extremadamente caras, ofrecen prendas
hechas con esmero y calidad.
Un ejemplo es el caso de Estela, una costurera
de un barrio platense de Argentina, que observa cómo en su pequeño comercio de
mercería no para de entrar y salir gente solicitando arreglos, a los que les
responde con mezcla de felicidad y agotamiento: "Esto va a estar para el
martes que viene no, para el otro". Los clientes, a pesar de la espera,
aceptan. No hay muchas costureras en la zona y además parece que Estela se ha
ganado la fama de ser "muy prolija". "No doy abasto",-
confiesa, y agrega "Siempre me dediqué a los arreglos, pero ahora está
viniendo gente a pedir confección, así que estoy pensando en pedir ayuda",
- concluye animada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario